Más de la mitad del peso corporal corresponde a la presencia de agua, la misma que se encuentra distribuida en diversos espacios o compartimientos, siendo estos: el espacio intracelular, el espacio extracelular, este último subdividido en el espacio
intersticial y espacio intravascular. Para funcionar con normalidad, el organismo debe impedir que los niveles de líquido contenido en dichos espacios varíen demasiado, ya que la alteración del líquido en uno de estos puede llevar a lo que se conoce
como desequilibrio hidroelectrolítico. El control de los niveles de líquido conlleva una relación con los llamados electrolitos.